jueves, 10 de junio de 2010

La chica que quería volar.



Había una vez una adolescente de 16 años a la que le encantaba sonreír. Muchos decían que tenía un don cuando sonreía porque tenía una sonrisa que muchos admiraban. Sin embargo había algo que ella no tenía, y era la capacidad de volar. Ella creía que volando sería todo mucho más sencillo y que la vista sobre la vida desde el cielo tenía que ser mucho más fantástica que con los pies en el suelo. La verdad es que todo aquel al que le contó que quería volar no hizo más que burlarse de ella pero ella sabía que no debía rendirse. Quería volar y no le importaban las opiniones de los demás. No sabía como conseguiría elevar los pies del suelo, ni para qué, ni cuando pero ella era feliz porque tenía la esperanza de que algún día eso sucedería. Ella era una chica corriente, no muy buena estudiante ya que estaba repitiendo curso pero… ¿Sabéis cuál es la mayor cualidad de ella además de su sonrisa? Su optimismo. Sabe perfectamente que una lágrima no arregla las cosas y por ello no llora. Nunca le importaron los chismes ni las burlas sobre su sueño, volar, y por eso es feliz.

Una mañana como otra cualquiera se levantó de la cama, se miró al espejo y se dijo a si misma “no sé si podré pero si no lo intento nunca sabré si puedo”. Llegaba tarde al instituto pero no le importaba. Salió al jardín, alzó las manos y dijo “quiero volar”. Cerró los ojos y como si alguien la escuchase sus pies se elevaron del suelo. No se lo podía creer. ¡Al fin estaba volando! Ella, la chica de la cual se estuvieron burlando durante años porque decían que volar era imposible… Ella, la chica que tiene un don al sonreír… Ella, la chica que es feliz.

No podía parar de sonreír. Adoraba estar en el cielo, adoraba estar tan alto. Adoraba esa soledad y silencio absoluto en aquel cielo. “Sin duda el cielo y las nubes son más bonitas vistas desde aquí arriba y desde tan cerca” pensó para sí misma. Siguió volando durante horas hasta que cayó. Cayó al suelo y despertó.

Se entristeció al darse cuenta de que no había volado pero no le importaba porque se dio cuenta de que la vida es escalar, no volar, y que cuando escalas la vista es más bonita. No hace falta ir al cielo para tener una mejor visión de la vida, o al menos, eso dice ella.

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